Una niña, de unos 6 años, iba diariamente a su colegio caminando a través
del bosque.
Aquella mañana, había amanecido con un cielo amenazador.
El viento y las nubes hacían presagiar un día de lluvia, pero la bella niña
seguía su camino rumbo a la escuela, como si todo fuera normal.
Durante el día, la tormenta fue aumentando en intensidad, por lo que se
desató una tempestad con muchos rayos que podían verse desde varios
kilómetros.
La madre estaba preocupada por su pequeña hija que, como de costumbre,
tenía que regresar sola atravesando el bosque.
Sintió mucho miedo por lo que podría pasarle en medio de esa terrible
tormenta.
Así que rápidamente subió a su auto y se dirigió en dirección a la escuela.
La oscuridad y el viento hacían poco visible el camino, por lo que le costaba
encontrar a su hija, que en este momento podía estar en peligro.
Las luces de su vehículo, le ayudaron a divisar a la distancia a su hija, entre
relámpagos y truenos, la pequeña se encontraba sentada junto a un árbol
mirando el cielo.
En ese momento un relámpago iluminó todo el bosque, la niña se puso de
pie sin dejar de mirar el cielo y con una sonrisa angelical, abrió sus brazos.
La madre, viendo esta actitud, estaba perpleja, no entendía lo que pasaba,
ya que la niña debería estar muerta de miedo.
Salió corriendo de su auto y fue al encuentro de su hija.
De regreso a su casa, la madre veía extrañada como su hija seguía mirando
al cielo, sin dejar de sonreír. ¿Qué miras y por qué sonríes?, preguntó la
madre.
¿Sabes por qué sonrío mami?, porque Jesús me está sacando fotos y esas
son las luces de su enorme flash, algún día me gustaría mucho poder verlas.
“Cuando veas relámpagos en el cielo, deja que Dios ilumine tu corazón, no
tengas miedo, no te escondas, deja que te cautive la inocencia, quizás el
Señor quiera sacarte unas fotos para su álbum”